4 de marzo de 2011

Tipos de Misa: rezada, dialogada y cantada

En la forma extraordinaria hay dos clases de Misas, atendiendo a la participación y solemnidad con que ésta se celebra: la Misa rezada (también llamada Misa leída o Misa baja) y la Misa mayor o cantada (Missae in cantu).

La Misa rezada se caracteriza porque la celebración se realiza sin mayor solemnidad, sin asistencia de diácono y subdiácono, y sin canto del ordinario y el propio. En ella los fieles, si los hay, participan interiormente y con los adecuados gestos externos de reverencia hacia el sacrificio de Cristo que el sacerdote renueva sobre el altar. Se unen especialmente mediante la oración que éste eleva en nombre de toda la Iglesia  y, en la medida de lo posible, se unen también con oraciones o algunos cantos. Por esa razón, «el sacerdote que celebra, sobre todo cuando la iglesia es grande y numerosa la asistencia, debe decir en voz alta lo que, según las rúbricas, debe pronunciarse clara voce, de suerte que todos los fieles puedan seguir la acción sagrada cómoda y oportunamente» (Sagrada Congregación de Ritos, instrucción De musica sacra et sacra liturgia, de 3 de septiembre de 1958, núm. 34).

Cuando los fieles pueden responder adecuadamente a las oraciones del sacerdote, nos encontramos con una modalidad de Misa rezada que se llama «Misa dialogada», actualmente la más extendida y la más deseable (Instrucción De musica sacra et sacra liturgia, núm. 31). Como mínimo, la Misa dialogada implica que los fieles contesten ordenadamente en latín las respuestas más fáciles (Amen, Et cum spiritu tuo, etcétera) o aquellas que corresponden al que ayuda (oraciones al pie del altar, Confiteor, Domine non sum dignus). También es deseable que reciten con el sacerdote ciertas partes del Ordinario de la Misa (Kyrie alternado, Gloria, Credo, Sanctus, Pater noster, Agnus). Donde los fieles tengan mayor formación y los subsidios adecuados (por ejemplo, la ayuda de un misal o de un folleto con idéntica función), la Misa dialogada puede llegar a su máxima expresión cuando todos rezan en voz alta con el sacerdote las antífonas que no son exclusivas de él (Introito, Gradual, Ofertorio y Comunión) y que son propias de cada Misa.

Los fieles, o un coro, pueden intervenir también con algún canto devocional que no pertenezca al propio del día ni al ordinario de la Misa. Es lo que se llama un motete, que puede ser cantado en latín o en lengua vernácula. Dado que generalmente se forman sobre algunas palabras de la Sagrada Escritura, habrá que cuidar que estos motetes, polifónicos o no, sean acordes al tiempo litúrgico y a la parte de la celebración en que se interpretan. Estas breves composiciones musicales son adecuadas, por ejemplo, acompañando la entrada (sin sustituir al Introito) o la salida del sacerdote, el ofertorio y la comunión.

En principio, en las Misas rezadas, incluida la dialogada, no se usa incienso. Estas celebraciones terminan con unas oraciones finales prescritas en 1884 por el papa León XIII (de ahí su nombre: «preces leoninas») para encomendar la conversión de Rusia, que consisten en tres avemarías, una Salve (a la que se añade un versículo y la oración sacerdotal «Deus refugium nostrum et virtus»), la oración a San Miguel Arcángel y la triple repetición de una jaculatoria final al Sagrado Corazón de Jesús (agregada por san Pío X). Tanto el sacerdote como los fieles permanecen arrodillados durante su rezo y son recitadas alternadamente. Aunque actualmente estas preces no están prescritas para la forma ordinaria, el beato Juan Pablo II invitaba a todos a no olvidarlas y a rezarlas «para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas y contra el espíritu de este mundo» (Regina Coelis, domingo 24 de abril de 1994), y siguiendo su ejemplo han sido restablecidas o sugeridas en algunas diócesis, como ha ocurrido en Estados Unidos de América (diócesis de Springfield y de Peoria) y en Chile (diócesis de San Bernardo).

La Misa mayor, cantada o Misa con canto (Missae in cantu) es aquella que se celebra solemnemente y con todo el aparato de las ceremonias de la Iglesia. Su característica principal es que el sacerdote canta, efectivamente, las partes del formulario que las rúbricas prevén que ha de decir de viva voz (Dominus vobiscum, Oremus, colecta, evangelio, prefacio, Pater noster, postcomunión). Cuando quienes ayudan en la Misa cantada no son ministros sagrados, sino simples monaguillos, nos hallamos ante la Misa cantada en sentido estricto (Missae cantata). Si la misa cantada está servida por ministros sagrados (diácono y subdiácono debidamente revestidos y que actúan como tales) se denomina Misa solemne. En estos casos, el sacerdote que preside la celebración de la misa se llama preste. Cuando la misa solemne es celebrada por un obispo, se denomina pontifical y presenta algunas particularidades adicionales.

En general, en esta clase de Misas el pueblo debería responder cantando los diálogos con el sacerdote. También puede cantar con el coro, o bien alternar con él, las partes previstas en el ordinario de la Misa (Kyries, Gloria, Credo, Sanctus, Sed líbera nos a malo, Agnus Dei). El propio de la Misa se debe cantar también, aunque sea interpretado por una sola o por pocas voces, con un semitonado o salmodiado sencillo.

Respetando estos cantos litúrgicos, que siempre son en latín, se pueden interpretar también otros motetes adecuados, por ejemplo, en la entrada, el Ofertorio, la comunión o la salida. Nótese que, en las Misas dialogadas, el Pater noster está previsto recitarlo con el sacerdote; pero en las Misas cantadas, lo entona sólo el sacerdote y los demás se incorporan al final, diciendo «Sed líbera nos a malo». En las Misas cantadas está previsto también que el canto recubra algunas de las oraciones del sacerdote que son más devocionales o que, precisamente por ser más sagradas, recita en silencio.

En las simples Misas cantadas siempre se puede utilizar incienso, sin que sea precisa ninguna otra razón especial. En las demás Misas con canto (Misa solemne y pontifical), el incienso es preceptivo.

Después de la Misa cantada nunca se recitan las preces leoninas. Por su parte, en las Misas rezadas estas oraciones se pueden omitir cuando ha habido homilía o cuando a la Misa siga alguna otra función o ejercicio piadoso, y también en las misas dialogadas que se celebran en domingo o en otro día festivo (Sagrada Congregación de ritos, decreto de 9 de marzo de 1960).

D. Eulalio Fiestas

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