El Código de Derecho Canónico recuerda que: «El
sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo
Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y
crece continuamente. El Sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y
resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el
Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la
vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios
y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo» (canon 857).
Esta
naturaleza sacrificial de la Misa fue afirmada solemnemente por el Concilio de
Trento (1545-1563), en armonía con la tradición universal de la Iglesia, y ha
sido recogida en el Misal Romano originalmente promulgado por san Pío V. Por su
importancia, este carácter ha sido nuevamente expresado por el Concilio
Vaticano II (1962-1965), al pronunciar estas significativas palabras acerca de
la Misa: «Nuestro Salvador, en la Última Cena, instituyó el sacrificio
eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los
siglos, hasta su retorno, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa,
la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección» (Constitución Sacrosanctum
Concilium, núm. 47). Debido a la
importancia del acontecimiento que ocurre en cada Misa, los fieles han de
tributar «la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa
en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento
frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración» (canon
858 del Código de Derecho Canónico).
Por consiguiente, para seguir con la debida
reverencia el sacrificio redentor que se renueva en cada Misa, es necesario
guardar un comportamiento acorde a la grandeza de lo que se está celebrando.
Con ese fin, la Iglesia ha previsto también que la postura corporal de los fieles
se adapte a cada una de las partes de la Misa.
En la forma extraordinaria, las posturas que
deben adoptar los fieles son las siguientes:
a) Entrada
del sacerdote: de pie.
b) Oraciones al
pie del altar: si la Misa es rezada, de rodillas hasta que finaliza el Confíteor.
Si la Misa es cantada, de pie hasta el Gloria.
c) Gloria: de
pie (sentarse cuando el sacerdote lo hace).
d) Colecta: de pie.
e) Epístola,
Gradual (Tracto) y Aleluya: sentado.
f) Evangelio: de
pie.
g) Homilía:
sentado.
h) Credo: de pie
(arrodillarse cuando se dice: «Et incarnátus est de Spíritu Santo ex María
Vírgine: et homo factus est»; sentarse cuando el sacerdote lo hace, y ponerse
de pie cuando termina).
i) Ofertorio:
sentarse después de responder: «Et cum spíritu tuo».
j) Prefacio y Sanctus: de pie.
k) Canon de la
Misa: de rodillas (desde el fin del Sanctus y hasta el «Amen» con que se responde
la invocación «Per ómnia saécula saeculórum» del sacerdote).
l) Pater Noster:
de pie hasta el Agnus Dei inclusive.
m) Agnus Dei: de
rodillas desde que se ha acabado de recitar o cantar el Agnus Dei y hasta que ha finalizado la oración
de la Comunión.
n) Comunión: se recibe siempre de rodillas y en la boca. No se dice «Amen» al momento de
comulgar, y quien desee hacerlo, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento o
bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo
del agua y de las medicinas (canon 919, § 1 del Código de Derecho Canónico). Se permanece de rodillas después de comulgar hasta que el sacerdote haya guardado el copón en el sagrario. Con posterioridad es posible sentarse hasta que se ha rezado la antífona de Comunión.
o) Poscomunión:
de pie.
p) Después de la
respuesta a la fórmula «Ite, Missa est»: de rodillas para recibir la bendición.
q) Último
Evangelio: de pie (se hace una genuflexión cuando el sacerdote dice: «Et Verbum caro factum est»).
r) Oraciones
finales (preces leoninas): de rodillas (sólo se dicen en las Misas rezadas). Si
la Misa es cantada, se permanece de pie mientras se entona el motete final.
s) Antífona mariana y salida del
sacerdote: de pie.
Por supuesto, las personas mayores o enfermas
pueden permanecer sentadas si así lo requieren (Instrucción General del Misal
Romano, núm. 43), y no rige para ellas la hora de ayuno eucarístico prevista
por el derecho (canon 919, § 3 del Código de Derecho Canónico).
Jaime Alcalde
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