Otro
elemento que se prepara sobre el altar es el misal (Missale Romanum), libro litúrgico de rico acabado que reúne todos
los textos (ordinario, cantos, lecturas, oraciones, etcétera) e indicaciones
rituales y musicales (rúbricas) necesarias para la celebración de la Santa Misa
por parte del sacerdote. En la forma extraordinaria se celebra con el Misal
promulgado por san Pío V a través de la bula Quo Primum
Tempore (1570), según la última
versión dada a éste por el beato Juan XXIII en 1962 (motu proprio Summorum Pontificum, artículo 1°). Tanto
éste como los demás libros litúrgicos de la forma extraordinaria han de usarse
tal y como son, de suerte que todos aquellos que deseen celebrar conforme a
ella deben conocer las correspondientes rúbricas y están obligados a
observarlas correctamente en las celebraciones (Instrucción Universae Ecclesiae, núm. 24).
El
misal descasa sobre un atril, que es una suerte de soporte inclinado
confeccionado en madera o metal y que tiene por finalidad facilitar la lectura
del preste. El uso de los atriles sobre el altar comenzó a difundirse hacia
finales del siglo XIV. Hasta el siglo IX ejercían este oficio las manos de los
acólitos, tanto para el misal como para los dípticos y otros objetos (como
todavía hoy respecto de la mitra y el báculo del obispo). Con posterioridad, el
misal se hacía reposar sobre una almohadilla de tela más o menos adornada, que
fue sustituida por el atril debido a la mayor utilidad que éste prestaba el
dejar aquél más levantado y facilitar su lectura. Nada está prescrito por el
particular, por lo que la utilización de una u otro es igualmente posible.
El
último elemento que preceptivamente reposa sobre el altar durante la
celebración de la Santa Misa son las
sacras. Se trata de tres pequeños cuadros que se utilizan para agilizar la
celebración de la Misa, pues contienen ciertas oraciones del formulario para
ayudar a la memoria del celebrante o evitar desplazamientos del misal que
podrían afectar el decoro de la función. En propiedad originalmente sólo está
mandado que se colocase aquélla que se sitúa en medio del altar (Tabella secretarum); posteriormente se
agregó la del lado izquierdo (lado del Evangelio) y más tarde, para guardar la
simetría, la del lado derecho (lado de la Epístola). Las tres sacras se quitan
durante la Exposición del Santísimo y terminada la Misa (Rubricarum Instructum,
núm. 527). En la sacra central se incluyen con una tipografía de fácil lectura
las palabras de la consagración, que el sacerdote pronuncia mientras está
inclinado sobre el altar con los dones entre sus manos, y también el texto del
Gloria, la oración Munda cor meum que
recita el sacerdote antes de leer el Evangelio, el Credo, la oración de
ofrecimiento de la hostia («Suscipe,
Sante Pater…») y varias otras propias del canon de la Misa. La sacra
colocada en el lado izquierdo reproduce el inicio del Evangelio según san Juan,
que se lee al final de cada Misa después de impartida la bendición sacerdotal
(Jn 1, 1-14). Aquella situada al lado derecho contiene el texto de la oración
para bendecir el vino y el agua, y aquella tomada del Salmo 25 que recita el
sacerdote mientras se lava las extremidades de los dedos después de haber
presentado a Dios el cáliz y, si cabe, incensado solemnemente el altar. Estas
dos últimas sacras evitan que el sacerdote tenga que prestar atención al misal,
que en esos momentos se halla del lado opuesto del altar e incluso, en el primer
caso, ya cerrado sobre el atril.
Cabe hacer
notar que en España existe una particularidad litúrgica referida a la
disposición del altar. Además de los elementos ya indicados, y tratándose de
Misas rezadas, el cáliz puede estar preparado de antemano sobre el altar, con
los corporales extendidos bajo él, y el misal abierto y registrado. Incluso se
puede verter el vino y el agua en aquél inmediatamente antes del inicio de la
Misa, como se hace en el rito dominicano.
El altar se puede adornar también con flores, que
son símbolo de alegría, de la vida y de la primavera, con tal de que no se trate
de períodos de penitencia o de Misas de difuntos. En cualquier caso conviene
observar sobriedad y decoro en este ámbito, por lo que los arreglos florales han
de ser siempre moderados, y colocarse más bien cerca de él, que sobre la mesa
del altar (Instrucción General del Misal Romano, núm. 305).
Para acabar, conviene referir la situación de los
micrófonos durante la celebración de la Santa Misa, cuestión de la que no se
ocupan las rúbricas. En la forma ordinaria, en cambio, sí se prevé este aspecto
accesorio y se indica que cabe disponer de manera discreta aquello que quizás
sea necesario para amplificar la voz del sacerdote (Instrucción General del Misal
Romano, núm. 306). Nada impide que en aquélla también se pueda utiliza algún
medio de amplificación, siempre que el altar quede sonorizado de modo uniforme
y no signifique un demérito en su debida disposición.